RICARDO IGNACIO KENNEDY (20/06/44 – 07/07/19)
Era el tercero de seis hermanos. Apasionado por las causas justas, pasó por el Colegio Champagnat del que tenía un recuerdo afectuoso y un amor incondicional.
De joven perdió a su padre, a quien recordaba con mucha admiración y por quien abrazó la carrera de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Se especializó en el Derecho Laboral del que fue profesor en la facultad de Derecho de la UCA, de la UBA y la Universidad de Belgrano.
Participó en la Unión Industrial Argentina, Organización Internacional del Trabajo y otras entidades desarrollando su carrera al principio en el estudio familiar, para luego trabajar en distintas empresas como Duperial, Águila Saint y Coca Cola y terminar en su propio estudio. Una rica experiencia que compartía con gusto y generosidad.
Los deportes también fueron importantes en su vida. Jugó al rugby en Champagnat y más tarde papi futbol en los patios del colegio. También el tenis y más tarde el golf robaron su pasión.
Se ufanaba de haber amansado un potro para su hermano menor durante algunas frías madrugadas en el campo –consideraba que andar a caballo era imprescindible- y de haber cumplido el servicio militar en la policía. Solía decir que allí había aprendido en un año tanto como en toda una vida. Vio de cerca las miserias del hombre.
Para él, el estudio y el deporte eran igualmente importantes como desarrollo de la persona.
Pero fue su fe en la Virgen una constante toda su vida. De chico fue monaguillo y recordaba la misa en latín de aquellas épocas. Aunque para alabar a Dios no tenía preferencias, siempre que el celebrante pedía algo, así debía ser. Se convirtió en Ministro Extraordinario de la Eucaristía, misión que llevaba con celo y responsabilidad.
Apoyando una idea de su suegra, trabajó incansablemente para que el club Los Lagartos, donde tenía su casa de fin de semana tuviera una capilla y vida parroquial, ya que consideraba que eso era una comunidad.
Luego llegó el turno de la Asociación Católica Irlandesa donde fue vicepresidente de una comisión directiva que lo quería y a la que él quería y mucho, como a toda la comunidad irlandesa.
Encantado de sus raíces aportaba todo su ser a largas reuniones donde no faltaban problemas, discusiones y, por qué no, alegría y risas.
De sonrisa fácil, también trabajó en el club de sus amores, cosechando mucho cariño de todos los que lo conocieron, discutiendo y componiendo, mirando los vaivenes de su querido River Plate.
También el mundial 78 lo tuvo como protagonista: era vocal del colegio de árbitros durante la presidencia de su amigo Alfredo Cantilo, integrando la organización de todos los árbitros que vinieron al mundial. De esa época guardaba recuerdos imborrables y una forma de ver el fútbol distinta: desde la óptica del árbitro. Infinidad de anécdotas de esa época supo compartir con quien quisiera escucharlo.
Al Colegio volvió dos veces, como padre y ex alumno. Entró a la Comisión y nunca más la dejó. Presente siempre en los actos que lo requerían, para que los ex alumnos siempre estuvieran representados en la vida del Champagnat. Interesado siempre en los problemas de los demás no dudaba en buscar soluciones. Era feliz el día de la reunión anual, viendo como la gente llegaba y se
saludaba, a veces incrédulos del paso del tiempo (para bien o para mal).
Pero más allá de todo, su gran desvelo fue su familia, soñada junto a su novia quien fuera luego su mujer, socia y amiga durante más de 60 años. Nadie lo recuerda sin ella a su lado. Ni a ella sin él. Juntos construyeron su obra más importante, su familia. Allí volcó todo su ser. Dio lo mejor de sí, para que Richard, Juan y Angelique tuvieran todo para enfrentar la vida.
Hoy es eterno y glorioso, tal como nos prometió Jesús, al abrigo de la Virgen, su recurso ordinario.

Richard Kennedy (h)
1986 A